Irene Fariña: “Phase es un viaje entre tradición canaria y experimentación sonora”

La compositora canaria Irene Fariña estrena el próximo 21 de septiembre en el Teatro Leal su obra Phase, un encargo del Classical Laguna Experience. La pieza, inspirada en ritmos y melodías de raíz canaria transformados en un lenguaje contemporáneo, dialoga con la memoria cultural y la búsqueda de nuevas narrativas orquestales. Con este estreno mundial, Fariña se suma al legado que el festival impulsa para tender puentes entre Canarias y Latinoamérica.

– Phase es un encargo del Classical Laguna Experience. ¿Qué significa para ti que un festival de música clásica centrado en Canarias y Latinoamérica apueste por tu obra para su estreno mundial?

– Para mí es una oportunidad enorme y estoy muy agradecida de que el Festival Classical Laguna Experience haya confiado en mi música para este estreno. Siempre es especial ver cómo una obra pasa del papel a la interpretación en vivo, y poder compartirla con el público. Como canaria, me emociona especialmente que un festival que conecta Canarias y Latinoamérica apueste por la creación actual, porque siento que hay muchos lazos culturales y musicales entre ambas orillas. Me ilusiona poder aportar mi granito de arena y, sobre todo, ver cómo la música cobra vida, gracias a las y los músicos, la maestra Glass y todas las personas que lo han hecho posible.

– El título de la pieza, Phase, evoca movimiento, transformación. ¿Qué ideas o imágenes dieron origen a la obra y cómo se traducen en el lenguaje musical que desarrollas?

– El título Phase hace referencia a la idea de transformación y de paso por distintos estados. La obra se construye a partir de pequeños motivos melódico-rítmicos inspirados en la tradición musical canaria, como los de Aires de Lima o ritmos cercanos al tajaraste, que aparecen transformados a lo largo de la pieza. Más que imágenes concretas, lo que me inspiraron fueron sensaciones. Esos motivos representan, de alguna manera, una parte de lo que soy y somos todos nosotros: entidades complejas con emociones y sentimientos, muchas veces enfrentados, que evolucionan a lo largo de un camino dinámico y cambiante -la vida… De alguna manera, es como si cada uno de nosotros tuviera un sonido propio, una melodía personal. Esta melodía a veces suena con tensión o con cierta inestabilidad, otras con más claridad o apertura. Esa alternancia genera distintos ambientes, casi como fases, en las que conviven lo familiar y lo cambiante.

– En tu trayectoria aparece una clara inquietud por conectar la tradición con la experimentación. ¿Cómo dialoga Phase con la música de raíz canaria o latinoamericana, y cómo con tus influencias más contemporáneas?

– En Phase conviven dos elementos importantes: por un lado, los ritmos y giros melódicos de raíz canaria, que me interesaba reinterpretar y transformar dentro de un lenguaje propio; y por otro, una escritura más contemporánea, con armonías inestables, texturas cambiantes y cierta influencia de la música orquestal del siglo XX y de la música cinematográfica. Ese contraste entre lo rítmico y lo atmosférico, entre lo reconocible y lo transformado, es lo que me permite mantener un diálogo entre tradición y experimentación. No lo pienso como una mezcla forzada, sino como algo natural que surge de lo que escucho, de lo que interpreto y de lo que me inspira.

– Eres una compositora joven en un campo donde todavía predominan los hombres. ¿Qué retos y oportunidades encuentras en este escenario y cómo defines tu voz como creadora en este contexto?

– En mi experiencia, más que una cuestión de género, el reto principal está en dos aspectos: por un lado, aprender a confiar en mí misma y mostrar mi trabajo sin miedo a la opinión externa; y por otro, compaginar la realidad de los distintos ámbitos en los que me muevo -docencia, interpretación y composición- de manera equilibrada.

En cuanto a las oportunidades, creo que el hecho de haber participado en grupos y formaciones muy distintas, además de recibir encargos de composición y arreglos, me ha permitido mantenerme activa y abierta a nuevas experiencias. Todo ello ha generado vivencias muy enriquecedoras que, más que darme una visión cerrada, me impulsan a seguir aprendiendo y creciendo como música.

La composición no la vivo solo como una profesión, sino como parte de quien soy. Lo tuve claro desde que, con 14 años, descubrí la armonía en el conservatorio. En ese momento sentí una claridad y una emoción que aún recuerdo con intensidad. Diría que mi voz como creadora se define por esa mezcla de ilusión y entrega, junto con las ganas de seguir aprendiendo y viviendo nuevas experiencias musicales.

He tenido la suerte de estar rodeada de referentes femeninos desde muy pequeña, así que nunca me sentí realmente limitada artísticamente por mi género.

– En tu caso, ¿la condición de mujer y joven compositora es una etiqueta que limita, que potencia, o que simplemente te empuja a replantear el lugar desde donde compones?

– Si bien he notado en contadas ocasiones un trato “diferente” hacia mí por ser precisamente una “mujer joven”, esto no ha supuesto realmente una limitación. Seguramente tiene que ver con que, desde que era estudiante, tuve cerca ejemplos muy valiosos con profesoras como Milena o Dori Díaz, y también compañeras de composición con las que aún mantengo una relación cercana. Tener esas figuras me animó a seguir este camino con ilusión, realmente quería formar parte de lo que ellas hacían, y las discusiones de género eran algo en lo que realmente ni siquiera pensaba. Simplemente, con tantas mujeres increíbles a mi alrededor, nunca se me ocurrió reparar en ello.

Por otra parte, siento una conexión especial con otras creadoras en distintos ámbitos, como en el grupo Mambisa del cual formo parte desde hace dos años y está compuesto principalmente por mujeres, donde hay un ambiente de energía, ilusión, respeto mutuo y mucha creatividad.

Es gracias a figuras como estas que hoy en día hay una mayor conciencia por dar visibilidad a las mujeres compositoras, gracias a ellas se han abierto muchas puertas y generado oportunidades.

El hecho de ser mujer me ha permitido formar parte de contextos con una visión que me ha potenciado, me he sentido acompañada y parte de una comunidad creativa diversa. Realmente, creo que he tenido mucha suerte.

– El festival ha encargado cada año nuevas obras para enriquecer el repertorio canario y latinoamericano. ¿Qué responsabilidad sientes al sumar tu obra a este legado que se está construyendo?

– Para mí supone una responsabilidad y también un compromiso que asumo con ilusión. Me parece precioso y necesario que el festival siga apostando por fomentar la creación actual, dando espacio a nuevas obras y a la voz de compositores y compositoras de hoy. Formar parte de ese legado en construcción es algo que me alegra y que valoro mucho.

Me parece muy valioso, asimismo, que el festival apueste por compositoras y compositores “vivos”, actuales, en un mundo en el que la música más tradicional o de compositores consagrados sigue constituyendo el grueso de repertorio interpretado por agrupaciones como la orquesta.

– Más allá de lo técnico, ¿qué emoción o experiencia estética te gustaría que el público viva al escuchar Phase por primera vez en el Teatro Leal?

Más que una emoción concreta, me interesa que cada persona pueda vivir la obra a su manera. Ojalá el público perciba la naturalidad con la que los elementos del folclore canario se entrelazan con otras armonías y texturas, y que sienta los distintos momentos de la obra como un viaje fluido. Si para alguien resulta un instante agradable, evocador o simplemente interesante, me doy por satisfecha. Al final, creo que lo valioso es que cada oyente pueda encontrar su propia experiencia en la música.

– Tu música explora conceptos de tensión, ruptura y continuidad. ¿Qué relación tienen estas ideas con tu forma de entender la vida, la memoria y la identidad cultural?

– Creo que tensión, ruptura y continuidad son reflejos de la vida misma. Nada es estático: cada día trae cambios, y con ellos aparecen momentos de tensión, de duda, incluso de ansiedad, seguidos de instantes de calma o de renovación.

En cuanto a la memoria y la identidad cultural, creo que también están en movimiento. En mi caso, mi acercamiento a la música de raíz canaria ha sido más reciente, sobre todo a través del grupo Mambisa. Ese contacto me hizo descubrir su riqueza y me permitió conectar con ella de una manera nueva, sin prejuicios.  Para mí, esa relación en construcción también habla de continuidad y de transformación: de cómo lo heredado puede adquirir un nuevo significado o forma y cobrar vida en el presente.

– ¿Qué papel ocupa para ti la orquesta en el siglo XXI? ¿Es todavía un espacio de tradición, de ruptura, o de laboratorio para nuevas narrativas sonoras?

– Creo que hoy en día la orquesta puede ser muchas cosas a la vez: sigue siendo un espacio de tradición, porque guarda un legado inmenso que merece seguir sonando, pero también puede abrirse a la experimentación y convertirse en un laboratorio para nuevas narrativas. Depende mucho del contexto y del proyecto; es cierto que cada agrupación tiene su propia “personalidad” y lenguaje, y su contribución a conservar la cultura a través de tantas generaciones es una tarea encomiable. Sin embargo, me parece fundamental que las orquestas den cabida a música actual, a nuevas voces y a diferentes formas de entender lo sonoro, porque eso las mantiene vivas y conectadas con el presente. También permite y nos recuerda que el arte es y siempre ha sido algo vivo, algo atento a su momento, un reflejo y una respuesta a las necesidades vitales del artista y del mundo que habita. En ese sentido, participar en encargos como este me permite volcar una parte de mí en este gran contexto artístico, compuesto de la voluntad de infinitos artistas. Creo que cuando lo pienso de esta manera, me parece algo muy bonito que mi labor, por pequeña que sea, se convierta en parte de algo más grande, vital e incluso trascendente.

– Más allá de Phase, ¿en qué proyectos estás trabajando actualmente y qué podemos esperar de tu música en un futuro cercano?

Actualmente estoy centrada en realizar adaptaciones de temas del ámbito moderno para formaciones más tradicionales, como bandas de música u orquestas. En el terreno de la composición, mi próximo estreno será en abril de 2026, con Alisios de latón, una obra para quinteto de metales que interpretará el Brass Quintet de la Orquesta Nacional en el Auditorio Nacional. Más allá de eso, me interesa seguir explorando la música descriptiva y con un carácter más cinematográfico, un campo hacia el que me siento muy atraída pero en el cual no he tenido oportunidad de experimentar demasiado aún.